lunes, 27 de abril de 2015

Creo.

Creo. Hoy de verdad, que creo. Mañana no sé, me lo vuelves a preguntar. Pero hoy sí vuelvo a creer. Y no hay nada ni nadie que pueda arruinar este acto de fe. Porque no depende ni de ti ni de ellos, hoy depende sólo de mí. Y he decidido que ya estoy harto, que creo. Y que pienso seguir creyendo. Acabo de sentir justo el pellizco en el alma que me hacía falta. Así que allá voy.

Creo a pesar de los escépticos. De los agnósticos. De los apóstatas. Y de los ateos de botellón. Creo a pesar de los datos. Del pasado. De la tendencia. Y del FMI. De los hechos. De la realidad, puta como ella sola, que se hace aún más falsa cuando rima con verdad. Y ojo que no creo en lo que hay, sino en lo que faltaba. En lo que no vi. En donde no estuve. En lo que me quedaba por ser. León come gamba. Peón cuatro rey.

Creo en la gente que cree. Porque es la gente que no se conforma. Porque es la gente que cambia lo que hay. Porque es la gente que nos hace soñar. Y sacudir las cosas. Y avanzar. Creo que las situaciones -como las personas- se cambian de dentro a fuera y no al revés. Que si el cambio es en sentido inverso, no deja de ser maquillaje, de cara a la galería, revolución de postín, postureo vital.

Creo en la gente que ya sólo tiene su fe. La que es refutada todos los días. La que tiene cada vez menos motivos para creer. La que está harta de credos ajenos. La que sólo puede escuchar porque le han quitado hasta la voz. Silencio latente. Buenos de verdad. Los que hablamos todos los días somos justo los que somos menos de fiar. Escuela del mundo al revés. Buen viaje, maestro. Suerte que nos dejaste un libro de abrazos. Y otro lleno de espejos con los que conversar.

Creo. Creo. Creo. Ya vuelvo a creer. Y es que creo que estás ahí. Porque te he visto. Porque te he sentido. Y porque te he hecho sentir. Creo en las relaciones que aportan risa y silencio, Eros y Thanatos, pasión y paz. Creo que mientras no dependamos el uno del otro, seremos inseparables. Que mientras dure, lo nuestro será eterno. Y creo que fracasar no tiene nada que ver con ir acumulando ex. El verdadero fracaso habría sido no encontrarnos jamás.

Que sí, coño, que me he enamorao. Y si suena muy cursi me la trae al pairo. Como alguien me dijo una vez, un romántico es aquél que aspira al lujo de enamorarse sin tener que pagar un alto precio por ello. Y yo hoy he dejado el romanticismo para otros. Todo al rojo. All in. Que aquí hemos venido a jugar.

Hoy creo. Por fin creo. Creo del verbo crear. Fabrico una nueva fábula a la que me mudo sin vuelta atrás. Quédate con las noticias, que para mí ya no son de actualidad. Por fin se ha hecho la luz en mis ojos. Y brillan, porque jamás deberían haber dejado de hacerlo. Y sonríen tanto que hasta la boca les demanda por intrusismo gesticular.

Creo y así descubro cosas que creía haber olvidado, pero ahí están. Creo que la convivencia mata el miedo. Y que el miedo es el único y verdadero pegamento social. Que el día que no tenga miedo a perderte, será nuestro final. Creo porque la ilusión no tiene otro remedio. Es su manera de respirar. Y creo porque me he vuelto a emocionar, pero emocionarme hasta un punto que da hasta miedo. Esta emoción que es un pozo sin fondo, que por mucha que gastes, siempre vuelve con la misma fuerza, siempre te vuelve a engatusar.

Creo en la magia sin trucos. Nada por aquí. Nada por allá. Y de repente, todo lo demás.

Y si mañana me estrello no pasa nada, sabré que ha valido la pena, la verdad que me dará igual.

Prefiero un solo segundo muriendo contigo, que vivir toda una eternidad.


viernes, 3 de abril de 2015

Amor a primera sonrisa.

"Cuélgate de quien te quiera, no te mueras más que por amor".

A qué esperas.

A qué esperas. Sí, tú, no leas hacia otra parte. Mírame a las letras, que te estoy escribiendo a ti. Hoy me apetece cogerte por las solapas y sacudirte hasta despeinarte las cejas. Que a qué esperas, digo. Que igual no te has dado cuenta, pero desde que naces se te va la vida. Que igual no te has parado a pensar, que ya estamos en tiempo de descuento. Que el día menos pensado, alguien o algo nos dice que ya está. Que un día te vas, coño, que ese día podría ser ya.

A qué esperas. Tu miedo te está ganando la partida. Cada segundo que dejas pasar sin hacerle frente, es un minipunto que sube a su marcador. Y la remontada se hace cada vez más difícil. Y aquí no hay prórrogas, ni tanda de penaltis, ni ná de ná. Recién acaba de empezar el partido y tú ya te estás metiendo goles en propia puerta. Y aún así me dirás que pretendes empatar.

Que a qué esperas, te digo. Y aún te vas a creer que esto no va contigo. Nadie va a venir a buscarte. Nadie vendrá a sacarte de este letargo existencial al que llamas espera. Esperar para qué. Esperar hasta cuándo. O hasta quién. Nadie está pendiente de quien no tiene nada que hacer ni mucho menos de quien no demuestra que quiere hacerlo. La espera sólo va a hacerte más viejo, más agotado, menos ágil y más lejos de lo que realmente quieres, que te recuerdo que se mueve, que avanza, se va.

No me digas que vendrán tiempos mejores. El mejor momento para hacer las cosas es ahora. No porque ahora sea mucho mejor que antes o después. Es porque es el único momento que realmente tienes. Lo demás es mentira. Lo demás vete tú a saber si volverá. Que no, que no te estoy diciendo que aproveches el tiempo, sino que dejes ya de esperar. Ni carpe diem ni leches. Que espabiles. Que venga, va.

Esperar es decirle a tu vida que en realidad te van a sobrar días. Que ya se los podrían haber dado a otro. Porque tú no los piensas usar. Menudo desperdicio. Menuda decepción. Anda, aparta y deja sitio para los que vienen detrás. Porque jamás has estado solo, porque tú y tu generación tenéis sólo una ventana de oportunidad. Y por cierto, una edad. Estamos todos en una carrera de fondo a ritmo de sprint final: si no consigues que te persigan, te adelantarán.

Que pase un tiempo prudencial, pensarás. Malas noticias, la prudencia ha muerto. La inmediatez es el nuevo estado de las cosas. La experiencia ya no es un grado, sino una cuenta atrás. Que la vida ocurre en directo, darling. Lo que llega tarde ya nadie lo escucha, ya ha pasado, ya no está. Y lo que no esté ocurriendo ahora es falso hasta que no se demuestre lo contrario. Y cuando se demuestre, será en otro ahora, será en otro ya.

Con los años, además, te das cuenta de que la espontaneidad es lo único creíble, lo único real. Fíate sólo de lo que ocurra de forma espontánea y natural. De la gente que siempre dice lo que piensa, que suele ser la que no se para demasiado a pensar cómo te lo dirá. Hazlo o vivirás siempre colgado de un artificio. Hazlo o jamás volverás a escuchar ninguna verdad.

Lo preparado es siempre fruto de alguna estrategia. O lo que es lo mismo, una conspiración. Y yo ya estoy cada vez más harto de conspirar. Creo en la gente que va de frente por la vida, la que no necesita estratagemas para triunfar. Si me quieres así, me adorarás. Y si no, eso es que nunca me has querido, ni me querrás.

Por eso, te agarro hoy por las ganas y te digo que a qué esperas. Por eso te ruego que esto no lo leas como una amenaza. Que lo leas como un subidón vital. El que me da cada vez que me digo tira millas. El que siento cada vez que veo la suerte echada, que es lo mismo que ponerla a descansar. Porque ya no dependes de ella, porque ya no la esperas, porque ya te vas.

A qué esperas. Dímelo porque cada vez estoy más convencido de estas dos frases que he dejado para el final.

Morir es dejar la vida en espera.

Vivir es decidir que la vas a buscar.