lunes, 9 de abril de 2012

Donde quiera que estés.

Hice arder mi cuarto ante mis ojos, el colchón bajo mis dedos, en un vago intento de borrar tu marca sobre las sábanas y tu pelo desertor en mi almohada. Pero sigo sin saber como desenterrar tu sudor de mi pecho, como borrar la marca de tus lágrimas de entre mis dedos. Busqué en mis adentros mi principio y no vi más allá de tú final. Abrí cada ventana, pero no hay corriente que se lleve tu aroma. Y sigo sin encontrar el antídoto para este veneno dulce que me resta horas de sueño, creo que tampoco lo quiero. Vacié todos los cajones para dejar espacio al futuro y me vi llenándolos de su ceniza. Ansié beber de tu mirada y acabé buscándola sediento entre la gente. La noche no es tan fría como la sienten los huesos de los ciegos ebrios de miedo.

-He cruzado cientos de laberintos, y nunca me confundo.

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