martes, 20 de diciembre de 2011

Hasta las torres más altas, cayeron.

Lo que intento decirte es que entiendo lo que es sentirse el ser más pequeño, insignificante y patético de la humanidad y lo que es sentir dolor en partes del cuerpo que ni siquiera sabías que tenías. Y da igual cuántas veces te cambies de peinado, a cuántos gimnasios te apuntes, o cuántos vasos de Chardonnay te tomes con las amigas; porque sigues acostándote todas las noches repasando todos los detalles y preguntándote qué hiciste mal o qué pudiste malinterpretar. Y cómo coño en ese breve instante pudiste pensar que eras tan feliz. A veces incluso logras convencerte de que él verá la luz y se presentará en tu puerta. En realidad, a perdonar sólo se aprende en la vida cuando hemos necesitado que nos perdonen mucho.

-Espero que en diez años nos riamos de esto, porque ahora no tiene ni puta gracia. Todo irá mejor si ya no necesito nada de tu corazón.

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