jueves, 8 de diciembre de 2011

Adiós, addio, sbohem, zbohom.

Quizás sea un círculo cerrado o un círculo vicioso quien sabe. Quizás esto sólo sean tropiezos de algo que va a llegar a ser grande o quizás un error del cual me arrepentiré toda la vida. También pueden ser los últimos golpes de algo que ha terminado por completo; o los primeros de algo bonito que volverá a empezar en un tiempo. Pero cuando el corazón te dice que hagas algo por mucho que las estadísticas crean que saldrá mal, por mucho miedo que tengas o por mucho que te hayas prometido que esta vez sería la definitiva, lo haces. Yo, estoy completamente convencida, de que llegará el día en que caiga de nuevo; a pesar de saber que no es lo correcto. Da igual, ¿para que negarlo?, me encanta complicarme la vida. Pero sobre todo me encanta hacerlo por ti, porque sé que merece la pena. Lo haces porque en realidad es lo que necesitas, lo haces porque lo echas de menos y porque sabes que a ras del suelo no se vive bien después de haber subido a la luna tantas veces. Sí, a la luna. Me encantaba nuestro juego, era sencillamente perfecto, una de las mejores cosas que he tenido nunca. Un bonito capítulo. Lo haces porque aunque haya una probabilidad entre un millón de que salga bien, merece la pena intentarlo.

-Siempre he creído que todo aquello que no eliges, es lo que te define. Y yo, yo no elegí encontrarte en aquel columpio cuando tan solo teníamos tres años, mirarte y que me dijeras si quería ser tu mejor amiga; no. Tampoco elegí verte todos los días en clase y que me recordases aquel momento en que nos conocimos. No elegí quererte, ni abrazarte, ni siquiera pude elegir decirte adiós. Simplemente ocurrió.

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