domingo, 4 de diciembre de 2011

Pequeña salvación por un instante.

Adrenalina en estado puro corriendo a borbotones por cada terminación nerviosa de tu cuerpo. Mejor que las drogas, que las subidas de alcohol repentinas y una caída libre sin despegar las alas. Mucho mejor o peor que no dormir durante tres días y tener el cuerpo en suspenso. Mejor que no poder despertarte de una siesta y sentir cómo todo se mueve a tu alrededor mientras sostienes profundamente tu respiración. Tan asombroso como balancearse e intentar dar la vuelta a un columpio. Como pegar el primer sorbo de café por la mañana y notar el calor traspasando tu garganta. Alucinante de alucinar en colores con un regalo que no te esperas. Alucinar como la primera vez que tienes un orgasmo. Como el cosquilleo en la piel cuando de repente hace frío, o como el dolor en las mejillas antes de empezar a llorar. Impresionante en todos los sentidos de la palabra impresionar en los primeros segundos de tu mejor canción, en los últimos trazos de un dibujo, en las páginas finales de un libro que te mantiene en alerta constante. Impresionante como recordar algo que habías olvidado. Adicción como la de un descenso, como la sensación en tu cuerpo cuando te saltas un escalón y por momentos crees tener un traspiés. Adicto al café, a la cocacola, al tabaco, al té, al chocolate, al sueño, al sexo, al miedo, al redbull, al último y al primero; mejor que todo eso.

-Dormirse escuchando esa gran canción de Mecano después de un buen libro y un chocolate caliente y despertarse creyendo ser la protagonista de su historia. ¿Para mí?, lo único necesario para sonreír como si no hubiera mañana. ¿Lo triste?, que muy poca gente se da cuenta de ello. Por no decir nadie. ¿Y qué? ¿Acaso importa?

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