Estaba cansado de los cabarets donde sólo encontraba chicas que olían a perfume y con los labios más rojos que el corazón, de esas que te sonríen sin sentirlo y te estrechan entre su pecho mientras cuelan la mano por tu cartera. Estaba cansado del jazz y de las calles llenas de chicas bonitas de ojos vacíos que sólo buscan venderte amor, pero por nada del mundo te esperan a la mañana siguiente. Él quería una chica que se escondiera tras los troncos de los árboles para que el tiempo no las encontrara. Que durmieran con la sonrisa puesta por miedo a perderla y que caminaran por la calle dando saltos para no pisar las rayas de las baldosas. Quería una chica que se maquillara la vergüenza para que pasara desapercibida y se dejara la piel limpia para que al besarla, no supiera a compuestos artificiales sino a desayunos de domingo. Quería una chica que caminara con él de la mano mientras le mirase los pies para disfrutar de cada paso que daban juntos. Una chica de esas que ordenan las especias por colores y cocinan de madrugada para darle de probar a la luna. Quería una chica que se hiciera pequeña entre la gente pero que fuera única entre la multitud, invisible para quien no mira y especial para el que sabe observar.
-Quería una chica así, una que lo esperara sentada en el parque haciendo barquitos de papel.
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